domingo, 21 de noviembre de 2010

Resumen de la introducción, Capitulo I y II del libro "La ética protestante y el espíritu capitalista" de Max Weber

Establece una crítica con respecto a las características que le son otorgadas al “capitalismo” (o como tal categoría adquirió un significado negativo). En cambio propone dejar todos aquellos aspectos característicos del capitalismo, como la ambición, a las personas que son actores principales dentro de esta construcción social. Por el contrario, sugiere que el capitalismo es todo lo contrario de esos deseos desmedidos, ya que trata de moderar racionalmente la acción individual.
También trata de argumentar que el capitalismo es tan viejo y universal como el mismo ser humano, explica que alrededor del mundo existe evidencia de la existencia de empresas comerciales y del mercado. Aunque asegura que las prácticas antiguas y las no occidentalizadas son más rudimentarias y menos especializadas; sin embargo contienen en su esencia elementos del capitalismo actual. La diferencia entre las diversas manifestaciones demuestran que “en occidente existe un tipo de capitalismo desconocido en cualquier otra parte del mundo: la organización racional-capitalista del trabajo básicamente libre. En cualquier otro lugar no existen más que atisbos, embriones de ello.” (Weber, 1991: p. 6).
Weber asegura que “la organización racional moderna del capitalismo europeo no se hubiera logrado sin la intervención de dos factores determinantes de su evolución: la bifurcación de la economía doméstica y la industria (que actualmente es un principio básico de la vida económica de hoy) y la consecuente contabilidad racional” (Weber, 1991: p. 7). La efectiva separación tanto de bienes industriales de los individuales como la racionalización del trabajo libre, han abierto el paso a la evolución misma del capitalismo occidental.  Asimismo, agrega que gran parte del desarrollo del capitalismo moderno se debe a que “ha recibido un determinante influjo en su evolución por parte de los adelantos de la técnica; su racionalidad, actualmente, se encuentra, de manera sustancial, condicionada por las posibilidades técnicas de realizar un cálculo con precisión; esto es, por las posibilidades de la ciencia occidental, especialmente de las ciencias naturales precisas y racionales, con fundamento matemático y experimental” (Weber, 1991: p. 8).
Max Weber propone que Occidente posee una historia particular que le dio forma al capitalismo moderno, por ello acude a dilucidar la transformación de los códigos éticos afianzados en la religión -especialmente de la ética del protestantismo ascético-, y como estos dieron forma a una economía racional.
La tesis del autor estriba en que la ética capitalista se desarrolla paralelamente a la ética del protestantismo. Existe toda una construcción sociocultural que, dentro de la religión protestante, alienta al énfasis del individualismo y racionalización del trabajo. “De manera clara podemos observar, no obstante lo dicho, que así como es comprensible el mayor concurso de los protestantes en la posesión del capital y en la dirección de la moderna economía, como evidente resultado de la mejor situación económica que han sabido sostener al correr del tiempo, es posible seña lar otra índole de acontecimientos en los cuales se revela, patentemente, sin duda, una inversión de este nexo causal” (Weber, 1991; p. 14). El autor infiere que la educación de los hijos de protestantes se encamina más a impulsar una ética y moral de carácter comercial e industrial; por su parte la religión católica retoma una educación más humanista. Esta división entre el pensamiento mercantil y el humanista adquiere connotaciones demográficas y separa sociedades como la alemana de la francesa; de acuerdo al carácter que resalta en cada nación.
En el capitulo “El espíritu del capitalismo” el autor pretende establecer las premisas rectoras del capitalismo, expresarlas como un tipo de racionalización distinta y separada de la religión. En este sentido, expone la esencia, no como aquel aspecto metafísico de un cuerpo, sino, como un fenómeno reconocible que se configura a través del tiempo y que adquiere significados culturalmente. Uno de los principales objetivos, explícito en el capitulo, es plantear una crítica ante las descripciones satanizadas y exageradas que otros autores hacen del capitalismo. Weber entra en defensa del modo de producción aduciendo imparcialidad y objetividad -da la impresión de que el autor consideraba los demás escritos como ideológicos-, además de ello, inserta la racionalidad científica al análisis de una ‘ética’ diferente que dio forma a manifestaciones culturales específicas, estrictamente racionales.
En Weber el evolucionismo tyloriano toma una forma sin precedentes, ya que expone una matriz material, organizacional e institucional característica del ser humano –general-, a la cual le brinda especificidad la ética particular que la constituye desde los procesos. Interpretando las palabras del autor: el capitalismo siempre existió, lo que ha cambiado es la ética que lo rige (Weber, 1991; p. 24). La racionalidad y práctica del capitalismo adquiere su forma de acuerdo a la transformación de dicha ética, en este sentido, la lógica de las relaciones sociales y materiales en la actualidad deben su carácter –altamente- económico al devenir ético de los principios morales, que han dejado en el olvido ciertas premisas para dar supremacía a otras. La religión no se separa de este proceso, es más, para el autor la transformación de la ética religiosa encamina la transformación a dar preferencia al individualismo y al raciocinio económico, y esto se manifiesta en la transición que sufre la ética del cristianismo católico al parir al protestantismo. La re conceptualización y readaptación de antiguos dogmas exponen precisamente la evolución de la ética en general. Para Weber es imprescindible comprender las dinámicas “irracionales” de la religión, ya que estas dan fe precisamente del ‘progreso’ humano.

Referencias
Weber, Max              La ética protestante y el espíritu capitalista. Introducción, capítulo I y II; pp. 3-42. PREMIA editora de libros S.A. México. 1991.

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